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martes, 8 de febrero de 2011

LA IGLESIA ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA Y EL ECUMENISMO

         Unas de las mayores aspiraciones de las diferentes confesiones religiosas consiste en tener una unidad de creencias y de doctrinas. Con esta finalidad encontramos diversos intentos de iniciar esta pretendida unidad, como veremos más adelante, se van uniendo hasta formar lo que hoy conocemos como el Concilio Mundial de Iglesias (CMI).
         Aunque inicialmente el movimiento fue presentado y ejecutado por las iglesias protestantes este ha derivado en que la iglesia católica ha tomado por completo esta iniciativa y le ha dado forma y es ahora quien lidera y propicia los encuentros entre los diferentes movimientos religiosos.
         Considerando que la Iglesia Adventista del Séptimo Día es un movimiento religioso diferente y que no ha tomado partida en los encuentros ecuménicos, se trata de presentar evidencias en contra, mencionando que no solo es parte del CMI sino que envía recursos financieros para el sostenimiento del concilio. Este asunto es básico ya que la Iglesia Adventista tomo esta posición en  base a sus principios doctrinales.
         El movimiento ecuménico, movimiento cuyo objetivo básico es promover la cooperación y la unidad mundial entre las Iglesias vinculadas al cristianismo. El término ecuménico proviene etimológicamente del griego oikoumen ('habitado'); de esta manera, los concilios ecuménicos de la Iglesia (el primero de los cuales se celebró en Nicea en el 325) fueron así llamados porque los participantes representaban a las confesiones de todo el mundo conocido. En el siglo XIX, el término ecuménico vino a significar para la Iglesia católica apostólica romana la preocupación por la unidad y la renovación de la Iglesia. Para los protestantes, que encabezaron e hicieron avanzar el movimiento ecuménico desde principios del siglo XX, la expresión se ha aplicado no sólo a la unidad cristiana sino, en un sentido más amplio, a la expansión mundial del cristianismo a través de actividades misioneras.[1]
         Hasta el siglo XX sólo se habían hecho esfuerzos esporádicos para reunir a la cristiandad, rota durante siglos por cismas, la aparición de la Reforma y otras disputas. En el siglo XIX se facilitó el camino hacia la unidad por el desarrollo de organizaciones como las Sociedades Misioneras y de la Biblia, la Asociación de Jóvenes Cristianos y la Asociación de Jóvenes Cristianas; en todas ellas, protestantes de diferentes confesiones se unieron para apoyar causas comunes. A principios del siglo XX la unidad del movimiento ecuménico era desempeñada por los protestantes casi en exclusiva.

Formación del Concilio Mundial de Iglesias
         La Conferencia Misionera Mundial de 1910, celebrada en Edimburgo, marcó el principio del ecumenismo moderno. De ella surgieron tres corrientes de orientación ecuménica: evangelista, de servicio y doctrinal. En la actualidad, esos tres aspectos son fomentados a través del Consejo Mundial de las Iglesias, constituido en 1948; en 1994 englobaba a más de 330 iglesias en unos 90 países.
         La preocupación evangélica del ecumenismo moderno dio lugar, en 1921, a la formación del Consejo Misionero Internacional, que engloba a 17 organizaciones de carácter nacional. Coordina la estrategia misionera y ayuda al desarrollo de nuevas iglesias.
         Los esfuerzos realizados por los cristianos más allá de los límites confesionales y nacionales se realizaron en 1925, en Estocolmo, cuando se convocó la Conferencia Universal Cristiana sobre la Vida y el Trabajo para estudiar la aplicación del Evangelio a los asuntos industriales, sociales, políticos e internacionales, bajo el lema “el servicio une, pero la doctrina divide”.
         El movimiento hacia el ecumenismo doctrinal llevó, en 1927, a la convocatoria de la I Conferencia Mundial de la Fe y el Orden. La conferencia concluyó que “Dios quiere la unidad y, sin embargo, pudiendo justificar los principios de la desunión, lamentamos su permanencia”. La II Conferencia Mundial de la Fe y el Orden se celebró en Edimburgo en 1937, el mismo año en que tuvo lugar en Oxford otra conferencia sobre la Vida y el Trabajo. Delegados de ambas reuniones acordaron la coordinación de sus actividades, y en 1938 se nombró un comité provisional para crear un “órgano representativo de las iglesias”. La formación del Consejo Mundial de las Iglesias, que tenía que haber nacido en 1941, se pospuso durante siete años a causa del estallido de la II Guerra Mundial. En 1961 la corriente misionera del esfuerzo ecuménico protestante, junto con las corrientes de servicio y doctrinal unidas en el Consejo Internacional Misionero, se fundieron con el Consejo Mundial de las Iglesias.
         El impulso hacia la unidad fue realizado casi en exclusiva entre los protestantes hasta 1920, año en que el patriarca de Constantinopla publicó una encíclica en la que llamaba a la unión de todos los cristianos. Las Iglesias ortodoxas orientales son miembros del Consejo Mundial desde su constitución.
         El ecumenismo siguió desarrollándose entre las confesiones protestantes y ortodoxas; así, en 1950, se formó el Consejo Nacional de las Iglesias por parte de 29 confesiones de Estados Unidos. La Iglesia católica apostólica romana, sin embargo, permaneció inflexible en su rechazo al movimiento; desde su punto de vista, la unidad de la Iglesia sólo se puede conseguir tras el regreso de las que ella considera “sectas cismáticas” a la “única Iglesia verdadera”. Una encíclica emitida en 1928 por el papa Pío XI reforzó esta posición y en 1954 los católicos tuvieron prohibido asistir a la segunda asamblea del Consejo Mundial de las Iglesias.

El Concilio Vaticano II toma el control de la unidad

         El cambio llegó en 1959 cuando el papa Juan XXIII propuso la convocatoria de un nuevo concilio para completar la obra del Concilio Vaticano I (1869-1870). La renovación doctrinal y la unión con otras confesiones fueron algunos de los puntos más debatidos en las sesiones del Concilio Vaticano II. El pontífice creó un Secretariado para la Promoción de la Unidad Cristiana; en 1961 permitió que observadores católicos asistieran de modo oficial a la tercera asamblea del Consejo Mundial de las Iglesias.
         También gracias a su influencia, cuando se inició el Concilio Vaticano II en la basílica de San Pedro en 1962, los representantes protestantes y ortodoxos (que estuvieron presentes en todas las reuniones) fueron ubicados en lugares de honor. Los 2.500 obispos católicos que participaron en sus sesiones (1962-1965) discutieron sobre la unidad cristiana. Su decreto sobre el ecumenismo, promulgado en 1964, hablaba no ya de confesiones y creencias “cismáticas” sino de “hermanos separados” y deploró los pecados en contra de la unidad cometidos durante años tanto por católicos como por protestantes.
         Tras fallecer Juan XXIII en 1963, su sucesor, Pablo VI, dio a conocer su intención de ahondar en los avances ecuménicos, describiendo la unidad como el “objeto de interés permanente, estudio sistemático y comprensión constante”. Esta política fue reforzada por varios gestos importantes. En 1964, el Papa y el patriarca ecuménico ortodoxo, Atenágoras I, mantuvieron un cálido e histórico encuentro en Jerusalén, el primero que se celebraba en más de 500 años entre los máximos líderes espirituales de ambas iglesias. En 1966, el arzobispo de Canterbury, cabeza de la confesión anglicana, visitó al papa Pablo VI y en 1967 el pontífice visitó al patriarca ortodoxo de Turquía.
         En la clausura del Concilio Vaticano II, se creó un grupo de trabajo conjunto entre el Vaticano y el Consejo Mundial de las Iglesias, y fueron constantes las conversaciones oficiales entre católicos y protestantes. De modo significativo, el grupo de trabajo conjunto declaró en 1967 que no existían dos movimientos ecuménicos sino sólo uno; igualmente, en la cuarta asamblea del Consejo Mundial, un teólogo jesuita habló de los católicos romanos como compañeros de los demás cristianos en la búsqueda de la unidad, “que es la voluntad de Cristo para Su Iglesia”, y dejó abierta la posibilidad de que los católicos se adhirieran al Consejo Mundial. Esto no había ocurrido todavía a mediados de la década de 1990, pero la Iglesia católica apostólica romana tiene buenas relaciones de trabajo con el Consejo Mundial a cuyas sesiones envía observadores con regularidad.

Propulsores del Ecumenismo
         Las tres grandes figuras que pusieron las bases del ecumenismo protestante fueron:
Ø  Carlos Brent. Episcopaliano canadiense. En 1927 reunió en Lausana, Suiza, una conferencia que dio origen al movimiento Fe y Constitución. Su objetivo era unificar la doctrina.
Ø  Natan Sôderblom. Obispo luterano de Upsala, Suecia. Trató de enfocar la unidad de los cristianos bajo el aspecto práctico y no doctrinal. Buscaba la colaboración de las actividades prácticas como camino para llegar a la unidad. En el Congreso de Estocolmo de 1925 fundó el Movimiento Vida y Acción.
Ø  Juan Mott. Metodista, enamorado del ecumenismo. Su lema fue: "Mediante la acción unida de todos, demos muestra de que el ecumenismo es una realidad, dejando a la Providencia manifestarnos el camino a seguir". En 1946 recibió el Premio Nobel de la Paz y fue presidente vitalicio del Consejo Ecuménico.

Ecumenismo católico
         Preocupada por la división de los cristianos, la Iglesia Católica continúa el movimiento ecuménico, a través de distintas acciones:
Ø  En 1925 se organizaron encuentros llamados "Diálogos de Malinas", entre el cardenal Mercier, arzobispo de Malinas y primado de Bélgica, y los anglicanos.
Ø  En 1930, el padre José Metzger fundó la asociación "Una Sancta", con el objetivo de fomentar el ecumenismo.
Ø  El Padre Watson, un protestante convertido al catolicismo, fundó el "Octavario por la Unión de los Cristianos". Consiste en dedicar cada año ocho días de oraciones y estudio a favor de la unión de los cristianos, del 18 al 25 de enero. Este octavario actualmente ha adquirido dimensiones mundiales.
Ø  En 1960, el Papa Juan XXIII, funda el "Secretariado para la Unión de los Cristianos". Fue puesto bajo la presidencia del Cardenal Agustín Bea, es el organismo católico por excelencia para promover la unión de los cristianos.
Ø  El "Decreto Conciliar sobre el Ecumenismo" (Unitatis Redintegratio), presenta las bases doctrinales y las líneas de acción práctica del ecumenismo católico. Fue promulgado por el papa Paulo VI el 21 de noviembre de 1964, durante la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Ø  La Asociación "Ut Unum Sint", palabras tomadas de Jn 17, 21, que significan "Que sean una sola cosa", fue fundada por la Congregación del Concilio y tiene como finalidad promover la unidad de todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo.

Variedad de Ecumenismos
         Si bien el ecumenismo es uno sólo y el mismo para cuantos están implicados en él, los caminos por los que discurre, las tareas en que se realiza, y las situaciones de las personas que lo promueven es múltiple y variada. Por eso se suele hablar de distintos ecumenismos. Como diría el cardenal Congar:
El ecumenismo es como un órgano con cuatro teclados y con muchos registros. El ecumenismo va todo él dirigido hacia el futuro, hacia el Reino, pero mantiene su referencia a la Escritura y a la tradición, a la vez que revisa nuestras antiguas querellas tomadas desde sus raíces. Se centra en la unidad de la Iglesia y en la unidad de la humanidad. Es teológico y práctico, doctrinal y secular, espiritual y sociopolítico. No debe restringirse su ambición...
No cabe pensar en el ecumenismo sin tener en cuenta la tensión entre lo personal y lo institucional. La historia enseña, sin embargo, que la primacía recae al principio sobre el individuo, sobre los pioneros del ecumenismo, hombres carismáticos que con una visión profética emprendieron la andadura ecuménica antes de que éste tomara formas propias de lo 'institucional


1. Ecumenismo doctrinal
         La separación de las iglesias se produjo, principalmente, por motivos teológicos y cuestiones doctrinales, presentes todavía entre las diferentes iglesias. Para intentar salvar esas diferencias se han suscitado innumerables coloquios, encuentros y diálogos a diferentes niveles, que pretenden dar verdaderos pasos hacia la unidad cristiana en plenitud. Es innegable que existen otras dimensiones ecuménicas no estrictamente doctrinales y que, sin resolverse, difícilmente se hace creíble una eventual unidad cristiana.
         Pero es del todo incuestionable que el diálogo doctrinal está hoy en el núcleo del movimiento ecuménico, por ello las comisiones mixtas de teólogos, representantes de las diversas Iglesias en el diálogo doctrinal, constituyen la mejor prueba de que las comunidades cristianas están seriamente comprometidas en el movimiento ecuménico.
         Son muchos los documentos resultantes de múltiples diálogos bilaterales (entre dos Iglesias) o multilaterales (entre tres o más tradiciones eclesiales). En su elaboración, que lleva normalmente años de trabajo, participan teólogos y pastores de las iglesias implicadas en el diálogo. Son resultado de un amplio movimiento que mira hacia el futuro, no pretenden decir la última palabra, ni seguramente han alcanzado la mejor de las posibles.

2. Ecumenismo institucional
         Es el promovido, impulsado y realizado por las iglesias, y dentro de esas instituciones hay que destacar al Concilio Ecuménico de Iglesias, sin equivalente alguno en la historia del cristianismo. No es una Iglesia, no es una superiglesia, ni es la Iglesia del futuro. No es tampoco un "concilio universal" en el sentido católico u ortodoxo del término, ni siquiera podría equipararse a un "sínodo", según la terminología de muchas iglesias reformadas.
         Es sin embargo, la expresión más completa de los anhelos de unidad cristiana que existe hoy entre las iglesias, pero no abarca todo el movimiento ecuménico ni ha tenido nunca la pretensión de atribuirse la totalidad de la tarea ecuménica. Desde el momento en que está compuesto por más de 334 iglesias de todas las tradiciones eclesiales y de casi todos los países del mundo y mantiene relaciones fraternales con muchas Iglesias que no forman parte de él, como es el caso de la Iglesia católica, debe afirmarse que constituye hoy la realización más importante, mejor organizada y más representativa de la decidida voluntad del cristianismo dividido por expresar visiblemente la unidad que quiso Cristo para su Iglesia.
         La pertenencia de una Iglesia al CEI depende de la aceptación de su base doctrinal, que propiamente no es una confesión de fe. Cada Iglesia tiene su propia confesión de fe, a la que no renuncia por su entrada en el organismo ecuménico. Es evidente que al CEI no pueden pertenecer organizaciones seculares, partidos políticos o sociedades religiosas no cristianas.
         Gran parte de las iglesias de tradición libre, llamadas a veces "evangélicas", como las bautistas, algún sínodo luterano y grandes sectores pentecostales no pertenecen al CEI, porque han creído ver en él un peligro para su propia autonomía. En realidad las Iglesias que rechazan al CEI son doctrinalmente muy conservadoras, opuestas al diálogo y reagrupadas en el Consejo Internacional de las iglesias cristianas [1948] o en la Federación Evangélica Mundial [1963], organismos claramente anti ecuménicos.
         El CEI mantiene además relaciones con las grandes familias cristianas reunidas en alianzas, federaciones o conversiones mundiales. Incluso dentro de los edificios del CEI en Ginebra se hallan ubicadas las sedes de la Alianza Reformada Mundial y de la Federación Luterana Mundial y alberga también a la Conferencia de Iglesias Europeas (KEK) y a las representaciones de los patriarcados de Constantinopla y Moscú.
         Las relaciones entre el CEI y la Iglesia católica han sido siempre cordiales. En cambio el tema de la incorporación de Roma al CEI como Iglesia miembro ha suscitado algunos debates nunca suficientemente esclarecidos por los partidarios de su entrada.
         Desde la Asamblea de Nueva Delhi [1961] están presentes observadores católicos en cada una de sus asambleas generales. En el año 1965 se crea una Comisión mixta de teólogos católicos y del CEI que vienen trabajando en temas doctrinales y a partir de la Asamblea general de Upsala [1968] teólogos católicos participan de pleno derecho en los trabajos de la comisión "Fe y Constitución".
         A partir de la constitución apostólica Pastor Bonus de Juan Pablo II sobre la reforma de la curia romana [1-3-1989], el Secretariado cambió de nombre por el de Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad, algo que parece ser más que un simple cambio de nombre.
         Los interlocutores de la Iglesia católica en el diálogo teológico oficial pertenecen a casi todas las tradiciones del cristianismo: Iglesias ortodoxas, Iglesias antiguas orientales, Comunidad Anglicana, Federación Luterana Mundial, Alianza Reformada Mundial; Alianza Bautista Mundial, Discípulos de Cristo, Iglesia Metodista, y con grupos pentecostales.

3. Ecumenismo social
         El ecumenismo secular o social, hay que considerarlo como una de las etapas del movimiento ecuménico: en primer lugar estaría la era de los pioneros, aquella que se inicia con la Alianza Evangélica [1846] y con la Federación
Mundial de Estudiantes Cristianos a finales del siglo XIX. Viene después, la etapa eclesiástica; es el momento en que las Iglesias como tales toman la iniciativa. Se trata de una tendencia dentro del movimiento ecuménico a primar las actividades referentes al campo social, 10 cual constituyó la finalidad de una de las ramas del Consejo Ecuménico de las Iglesias ya en los momentos primeros de su nacimiento, a la que se llamó "Vida y Acción".
         Ésta es la definición que da de esta tendencia del ecumenismo Congar: "La experiencia positiva hecha por los cristianos comprometidos efectivamente con otros en las actividades de la liberación humana y que hacen, de este compromiso, una nueva y evangélica experiencia de su fe. El lugar de la vivencia evangélica ya no es la Iglesia en tanto que sociedad sacral puesta aparte, sino la realidad humana o secular de la que sabemos que tiene referencia al reino de Dios..."[2] (Congar, Essais oecumeniques, 57.


4. Ecumenismo espiritual
         El concilio Vaticano II, en el número 8 del decreto sobre el ecumenismo, dice que el ecumenismo espiritual está compuesto de dos elementos: conversión del corazón y reforma de vida junto con la oración por la unidad. "Esta conversión del corazón y santidad de vida, juntamente con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, han de considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico y con razón pueden llamarse ecumenismo espiritual" [UR, 8].
         Todos los verdaderos ecumenistas están convencidos de que se necesita un milagro para llegar a la unidad de los cristianos. Las dificultades que ésta encuentra, desde el punto de vista humano son insuperables. Los milagros solamente Dios los realiza, pero sabemos que tenemos acceso a Dios mediante la oración.
         Cuando a lo largo de un diálogo teológico interconfesional, en el que se han hecho indecibles esfuerzos por acercar las posiciones de cada uno, los interlocutores llegan a un callejón sin salida, es fácil que el desaliento y la desilusión se apoderen de los interlocutores. Es entonces cuando más necesita caminar por los senderos de la oración, ya que ésta sobrevuela las dificultades y remonta las montañas. La oración es el apoyo sobrenatural y la ayuda divina para nuestras debilidades.
         En la tarea ecuménica, como en cualquier otra empresa apostólica, cabe señalar dos tiempos. Uno es el del propio esfuerzo, la parte que le corresponde al hombre en la realización de las empresas de Dios: diálogo teológico, estudio de las dificultades, colaboración a todos los niveles, etc., en una línea de mera complementariedad, para dar paso al otro, que es el verdaderamente definitivo e insustituible, la acción de Dios, que debemos impetrar insistentemente mediante la oración.
         En el amor a la Iglesia y a Cristo podemos estar empatados. Hambreamos juntamente la unidad de la Iglesia y competimos en el esfuerzo por conseguir su logro. Si esto es así, como en realidad lo es, ¿por qué continuamos desunidos? No hallo respuesta a esta pregunta. Ante ella no hago pie. La luz se me apaga. Me invade la oscuridad y me hundo en el misterio. Verdaderamente el de la unidad es un misterio de la Iglesia.
         La oración es fundamental para la búsqueda de la unidad de los cristianos. En la oración aprendemos a despojamos de nuestros deseos, a liberamos de las cosas a las que nos apegamos para nuestra seguridad y nos abrimos a Dios.


Una era de cambios
         El ecumenismo está cambiando. La consolidación de las Iglesias protestantes ha progresado con rapidez. Durante las décadas de 1980 y 1990 el movimiento ecuménico se ha caracterizado por el incremento del consenso en las cuestiones doctrinales que una vez fueron objeto de fuertes disputas, y por el incremento de la cooperación a todos los niveles; esto se debe en parte a las conversaciones bilaterales que tuvieron lugar entre varias iglesias cristianas —anglicana, ortodoxa, protestante y la católica apostólica romana— durante la década de 1970. En temas como la paz mundial, estudios de desarrollo internacional y socorro ante las catástrofes, la Iglesia católica apostólica romana y las iglesias del Consejo Mundial han unido sus recursos.
         Los líderes ecuménicos han dejado claro que no buscan una unidad cristiana que encubra diferencias teológicas esenciales. Existen todavía muchos obstáculos, como el de la ordenación sacerdotal femenina, la autoridad papal, la cuestión mariana o la contracepción. Los ecumenistas piensan, sin embargo, que se puede avanzar mucho si se sigue haciendo hincapié en los numerosos puntos en los que las diversas confesiones coinciden.

Unión de los cristianos (ecumenismo)
   El Papa Juan Pablo II, invitó a los líderes cristianos de diferentes denominaciones a unirse a él para pedir perdón a Dios por las divisiones ocurridas en el pasado en la Iglesia fundada por Jesucristo y a hacer votos para lograr la unidad en este milenio. "En este año de Gracia, debe crecer en cada uno de nosotros el entendimiento de nuestra responsabilidad personal por las fracturas que han ocurrido en el cristianismo…. El 2000 es una oportunidad dorada para dar un nuevo impulso para lograr un compromiso ecuménico….. La esperanza que nace de mi corazón es que en un futuro no muy distante, los cristianos se reconciliarán finalmente y así volverán a caminar juntos, como en un solo pueblo" dijo en un emotivo sermón. Ahora, toda la Iglesia Universal, nos unimos a las súplicas del Papa. Por tal motivo durante las misas de esta semana, hasta el día 25 se reparte y se reza la siguiente oración.
         Te invitamos a orar con nosotros y a difundir este deseo de unidad, que finalmente es el mismo deseo de Jesús: "Que todos sean uno como Tú, Padre, están en Mi y Yo en Ti. Sean también uno en nosotros: así el mundo creerá que tu me has enviado" (Jn 17, 21).
  

                                          A esta ceremonia asistieron
Ø  15, 000 testigos
Ø  Mientras el locutor oficial decía: “Parece increíble”.
Ø  Importantes  grupos protestantes que “en lugar de salir en defensa de la fe dada antiguamente  a los santos, no parecen sino disculparse ante Roma por haberla juzgado con tan poca caridad y pedirle perdón por la estrechez de mira que manifestaron” (CS. 628).[3]  Parece increíble pero todo lo que sucede en estas reuniones, ya había sido profetizado por la sierva del Señor. Y eso es lo que realmente nos debe asombrar.  

La IASD y el CMI según los críticos
         Lo que presentamos a continuación es una página bajada de internet que nos muestra de que manera algunas personas de forma mal intencionada, están “colgando” estas, con el fin alarmar a los lectores y propiciar el temor.

DOCUMENTO ESPECIAL DEL VATICANO 1997-2002  (apócrifo)
El Plan Católico Para Evangelizar a los Adventistas del Séptimo Día

PROYECTO
“El Grupo Sectario Más Codiciado.” 
Punto central: “Evangelizar a los Adventistas del Séptimo Día con el verdadero evangelio, Constituye el mayor logro de la Iglesia Católica para volver los protestantes a Roma” 

PROPOSITOS

1. Infiltrar, entre los Adventistas, ideas, proyectos que puedan ayudar a un acercamiento católico-Adventista.
2. Hacer concesiones que tiendan a acercar el pensamiento católico entre los adventistas.
3. Buscar analizar con los adventistas del séptimo día objetivos comunes de evangelización.
4. Desmembrar paradigmas equivocados que tienen los adventistas acerca de la iglesia 
Católica-Romana.

5. Demostrar a los Adventistas del Séptimo Día, que su origen como iglesia no tiene fundamento bíblico.
6. Demostrar a los Adventistas del Séptimo Día la falsedad de los escritos de Elena White.
7. Demostrar a los Adventistas del Séptimo Día lo perjudicial (peligroso) que son para la paz mundial, sus posiciones acerca del Papa, la Virgen María y el domingo como día de reposo.
8. Manifestar ante los Adventistas del Séptimo Día que su iglesia tiene el más alto índice de apostasía entre los protestantes, debido a las sismas teológicas que la caracterizan.
9. Desnudar ante el mundo los pasos que ha dado la iglesia Adventista, mediante sus 
dirigentes genuinos hacia los católicos y el ecumenismo.

10. Que los Adventistas del Séptimo Día entiendan que de no unirse para buscar juntos católicos y protestantes, la paz mundial, serán culpables de todos los males y/o desastres que vengan sobre la tierra.
         
Por otro lado otros críticos presentan diversas maneras de mostrar que la Iglesia Adventista está participando de forma financiera y con asistencia a los concilios:
Ø  En 1959 se nombró a la iglesia ADSD como miembro asociado y miembro colaborador del Concilio Nacional de Iglesias )ver la carta del Concilio Nacional de Iglesias, 7 de Agosto de 1959, Weley B. Goodman, Director Ejecutivo Asociado).
Ø  La iglesia ASD estuvo enumerada como uno de los miembros--unidos del CNI en 1964 (ver Carta del Concilio Nacional de Iglesias, 13 de Enero de 1965, Wilbur C. Parry, Asistente de la Secretaría del Concilio).

¿Realmente la IASD participa del CMI?
         Presentamos algunos documentos oficiales a través de los cuales se deja en claro que la Iglesia Adventista del Séptimo Día no participa de las reuniones del Concilio Mundial de Iglesias:    
Ø  "Los Adventistas del Séptimo Día no son miembros del Concilio Nacional de Iglesias." Carta de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, 25 de Enero de 1967, de D.W. Hunter, Secretario Asociado.
Ø  "...la Iglesia Adventistas del Séptimo Día no es miembro del Concilio Mundial de Iglesias..." Carta de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Departamento de Relaciones Públicas, de B.B. Beach, 2 de Abril de 1982.
Ø  "...La Asociación General no es miembro del CNI o del CMI..." Carta de La Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, 23 de Octubre de 1984, de W.L. Murrill.

                          ¿La IASD es miembro del CMI?
         La respuesta es no. Nunca fuimos miembros, no lo somos y no tenemos planes de ser miembros del CMI, fundado en la mitad del siglo pasado.
         Desdichadamente, algunas personas deshonestas o, en el mejor de los casos, mal informadas, han hecho circular informaciones falsas, han dicho que somos miembros. No somos miembros integrales y tampoco miembros parciales, aunque en realidad tal categoría no existe.
         No pagamos tasas ni financiamos el CMI y por no ser miembros, no tenemos derecho a voto y no podemos enviar delegados a sus asambleas, comisiones centrales u otras reuniones. Por lo tanto, es falso decir que la IASD es miembro del CMI solamente porque, en casos aislados, mantiene algún tipo de relación en el status de observador, con el concilio nacional de iglesias de determinado país.
         Es también equivocado y engañoso decir que la IASD es miembro del CMI por el hecho de que algún adventista pueda ser miembro de una de esas comisiones. En verdad, durante algunos años un destacado teólogo adventista, por su capacidad personal, fue elegido por el CMI como miembro de la Comisión Fe y Orden, pero eso no significa que la IASD se haya hecho miembro del CMI –Extraído de “101 preguntas que los adventistas se hacen”. [4]

 

Por
Pr. Daniel Ayudante Chávez UPeU-Lima 


Referencias bibliográficas:
 

      [1] Pacomio, Luciano; Mancuso, Vito. Diccionario Teológico Enciclopédico Editorial Verbo Divino España, 1996

       [2] Congar, Essais oecumeniques 57
       [3]  Revista Adventista. ACES, Agosto 2000,  pág. 2

      [4] Revista del Anciano. ACES. julio septiembre,  2002 p. 33

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