¿En qué consiste exactamente la teología de la prosperidad? Hay diversas ramificaciones y “ministerios” que siguen esta lógica, pero, en síntesis, la premisa básica sostiene que siendo Dios Todopoderoso y dueño de todo, incluso del oro y la plata (Hageo 2:8), los creyentes que son hijos de Dios, deben acceder a todo lo que el Padre tiene y eso incluye el oro y la plata.
El gran problema de esta teología es precisamente que no es una “teología” sino una “antropología”. No se centra en la divinidad, sino en la humanidad. La religión se convierte en medio y no en fin.
La mal llamada “teología” de la prosperidad, se sustenta en premisas equivocadas tomadas de la Biblia de manera errada.
Una base hermenéutica equivocada
Para que una idea tenga sustento bíblico tiene que estar basada no en versículos e ideas tomadas fuera de contexto, sino en un fundamento que esté ligado a un todo armónico de la Biblia.
Cada vez que se toma un texto fuera de contexto, entonces, se le hace decir a la Escritura algo que no dice. En su mayor parte está tomada de textos aislados del Antiguo Testamento y de Salmos, sin considerar el contexto ni las ideas previas y posteriores que los versículos presentan. Una forma típica de lo que se llama “texto prueba”, es decir, tener una idea previa y luego buscar algún texto o frase que avale la idea que sostengo.
Los predicadores de la teología de la prosperidad suelen citar en forma especial algunos textos:
- Deuteronomio 8:18 que dice: “Antes acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día”. Sin embargo, este texto no tiene nada que ver con los cristianos, y está en el contexto exclusivo del pacto de Dios con Israel. Usarlo fuera de ese contexto es mal utilizarlo.
- Mateo 7:20 que dice: "Por sus frutos los conoceréis", y señalan que los “frutos” son las riquezas y la prosperidad económica. Sin embargo, el contexto está hablando de los “profetas” y los “frutos” se refieren a la coherencia entre el mensaje y la vida del que dice hablar a nombre de Dios, así que no tiene nada que ver con riqueza.
- 3 Juan 1:2 que dice: "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas cosas, y que tengas salud, así como tu alma está en prosperidad". Este texto habla de ser prosperado, pero en ningún texto sugiere que la prosperidad en la que está pensando Juan, en tiempos de persecución que es el contexto de la carta, se refiera a riqueza.
La Biblia sostiene, en un Salmo que habla de la Palabra de Dios, que “la suma de tus palabras es la verdad” (Salmo 119:160). Eso implica algo mucho más complejo y serio que tomar citas aisladas y textos fuera de contexto.
La idolatría de la riqueza
Un elemento que no se enfatiza de manera suficiente es que la “teología de la prosperidad” hace de la riqueza y la prosperidad misma un ídolo. El énfasis en los “ministerios” con este enfoque es que “debes ser rico”, “puedes reclamar las riquezas de Dios” y otras frases, que no sólo no tienen fundamento bíblico, sino que además, hacen creer que es la riqueza misma la que es parte de la bendición de Dios. La codicia es dañina y rechazada por Dios (Exodo 20:17).
El dinero es importante, pero nunca al punto de desviarnos de lo importante. Pablo advierte claramente sobre el lugar que debe ocupar el dinero al señalar que “el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores” (1 Timoteo 6:10).
Muchos de los pastores y líderes del movimiento de la prosperidad deberían leer con atención lo que dice Pedro cuando afirma: “cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere” (1 Pedro 5:2). Al escuchar a algunos de los predicadores que enseñan estas ideas pareciera que su punto focal es exclusivamente el “oro y la plata” y todo lo demás carece de significado.
Por eso mismo la recomendación dada a los Hebreos sigue siendo válida para hoy y necesaria de considerar: “Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: ‘Nunca te dejaré; jamás te abandonaré’” (Hebreos 13:5).
La teología de la prosperidad lo que en realidad hace es fomentar la codicia y el medir las bendiciones de Dios por la acumulación de riqueza. Por eso, Pablo es claro al señalar que “los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción” (1 Timoteo 6:9).
Poner la mira en la riqueza y sostener que esa es la medida de bendición divina, es simplemente, cambiar el punto focal del evangelio que está en función de Cristo, la salvación y una vida de servicio. Es en muchos sentidos, una desvirtuación del evangelio.
La codicia degenera en avaricia y Pablo califica dicha conducta como idólatra (Colosenses 3:5). Un concepto que también enseña el autor de Proverbios: “No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo” (Proverbios 23:4-5).
Jesús por su parte advirtió: “¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes” (Lucas 12:15).
Y en otra oportunidad: “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).
La vida cotidiana y la teología de la prosperidad
Una de las cuestiones anexas, pero que finalmente se constituyen en el centro de este “evangelio” distorsionado, es que se trastocan algunos elementos fundamentales de la forma en que Dios desea que vivamos nuestra vida. Algunos efectos de este enfoque son:
a. Desvirtuar el sentido del trabajo honesto. Para los propugnadores de esta filosofía, que se convierte en materialista, sólo hay que pedir a Dios y él nos dará las bendiciones que buscamos. Sin embargo, este enfoque quita del ser humano la responsabilidad del trabajo honesto y desvirtúa el sentido que la Biblia le asigna al proveer para nuestras necesidades. Algunos textos que deberían hacernos meditar y luego contrastarlos con la “teología” materialista de la prosperidad es:
- La invitación a “trabajar” los seis días de la semana (Éxodo 20:9). Lo que está implícito es una lógica de trabajo y no de pedir para que Dios venga a “darnos” lo que necesitamos. Un día se cesa, el resto se trabaja.
- Los medios de subsistencia no vienen de Dios sino del trabajo. El autor de Proverbios lo señala al afirmar: “El que trabaja la tierra tendrá abundante comida; el que sueña despierto sólo abundará en pobreza” (Proverbios 28:19).
- Para que no quede dudas sobre la filosofía del trabajo que tenía el pueblo de Israel, Pablo invita a los habitantes de Tesalónica (ciudad griega): “a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos” (1 Tesalonicenses 4:11). Si el apóstol hubiese sido un tele predicador de la “teología de la prosperidad” habría dicho otra cosa: ¡Pida! ¡Reclame la bendición! y algunas de las frases presuntuosas que muchos de estos predicadores proclaman.
- Pablo que solía hablar de manera directa, que incluso resultaría ofensiva en algunas congregaciones, al menos en algunas que he estado les dice a los mismos de Tesalónica: “Nos hemos enterado de que entre ustedes hay algunos que andan de vagos, sin trabajar en nada, y que sólo se ocupan de lo que no les importa. A tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo que tranquilamente se pongan a trabajar para ganarse la vida” (2 Tesalonicenses 3:11-12).
- En la filosofía bíblica no hay lugar para otra conducta que no sea el trabajo: “El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados” (Efesios 4:28).
En síntesis, la filosofía del trabajo que maneja la Biblia es lo más alejada de la presunción, está ligada exclusivamente al esfuerzo y el trabajo honrado.
b. La teología de la prosperidad mal usa los medios dados por Dios para el crecimiento espiritual. Muchos de los llamados a la oración, la lectura de la Biblia y la vida espiritual, en el movimiento de la prosperidad están en vinculación con “exigir” las bendiciones de Dios y “reclamar” sus promesas. Sin embargo, nada en el texto bíblico que sugiera este enfoque. La oración está vinculada a nuestra necesidad de dependencia de la gracia. Los ejercicios espirituales no están enfocados en la satisfacción de necesidades materiales, sino en la salvación. Pareciera que algunos gurúes de la teología de la prosperidad han llegado a creer que salvación es sinónimo de prosperidad material.
Si se busca la “santificación”, para de esa forma “obtener” un carro nuevo, un trabajo nuevo o cualquier objeto material, se está ante la presencia de una distorsión de la verdadera vida santificada que lo que busca es reflejar el carácter de Dios y no “manipular” la bondad de la divinidad.
c. Desconoce la necesidad de dar gloria a Dios y pone su esperanza en bienes materiales. Al escuchar las predicaciones de algunos de los exponentes de esta teología pareciera que su vida estuviera enfocada totalmente en la obtención de bienes. Sin embargo, Jesús es muy claro al decir: “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:19-21). Extrañamente, estos versículos no suelen ser usados por los propugnadores de esta filosofía materialista.
Sin duda que hubo personajes bíblicos muy ricos Abraham (Génesis 13:2; 24:35); Salomón (1 Reyes 10:23); Ezequías (2 Reyes 20:12-18); Job (Job 1:3) y José de Arimatea (Mateo 27:57), por mencionar algunos. Sin embargo, ninguno de ellos sugiere ni remotamente que su riqueza está vinculada a su relación con Dios y que es indicio de bendición.
Finalmente, si la teología de la prosperidad fuera cierta, entonces, muchos de los héroes y heroínas de la fe mencionados en Hebreos 11, que fueron pobres, o al menos pasaron por situaciones económicas difíciles, no “merecerían” estar en dicha lista, incluso algunos que murieron en pobreza material, no deberían estar en dicho capítulo. El texto dice que muchos:
“Fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa” (Hebreos 11:36-39).
Conclusión
David entendió que Dios nunca nos abandona por eso escribió: “He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan” (Salmo 37:25).
No le creas a los herejes, a los maltratadores del rebaño, a los carniceros de las ovejas... ellos no conocen a Jesús por eso actúan de esa forma. La arrogancia no tiene nada que ver con Dios, de hecho, como dice Proverbios “la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco” (Proverbios 8:13). La llamada "teología de la prosperidad" hace precisamente eso, fomentar orgullo y vanidad. ¿Qué tiene que ver eso con Dios?
Es posible que en este momento estés mal económicamente. Analiza los factores que los han llevado a eso, porque Dios no está detrás. Sin embargo, no se queden rumiando desesperanza, al contrario, concéntrense en las promesas de Dios de que nunca los desamparará.
Oren, trabajen, alaben a Dios, y vivan en paz. Tal como dice el Señor: “No se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas” (Mateo 6:34).
Por lo demás, la Biblia señala que: “Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Nada nos faltará y en momentos de aflicción, no estaremos solos, es la promesa del Señor. Debe movernos una actitud de dependencia, como la que tuvo Pablo en el momento más difícil de su vida y es el instante cuando escribió: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Porque todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:12-13). Que sean estas palabras las que guíen sus vidas.
Dr. Miguel Ángel Núñez
Es catedrático de la Universidad Linda Vista en Chiapas México
Adaptado de "Pobres por “maldición” divina" por Heyssen J. Cordero Maraví
Vía: RESPUESTAS
0 comments :
Publicar un comentario
Comenta con respeto y espíritu alturado en el Señor.