Los Adventistas del Séptimo Día creemos ser el pueblo de la Biblia. Pero esto está volviéndose no más que una pretensión, como es evidente en las discusiones sobre la ordenación de la mujer. En efecto, si no somos capaces de ponernos de acuerdo sobre lo que la Biblia dice sobre la ordenación de la mujer, ¿seremos capaces de ponernos de acuerdo sobre otros puntos, aún sobre nuestros mensajes distintivos? El problema no es la Biblia. El problema es la manera en que muchos se acercan hoy a la Biblia.
1. Un alejamiento de la Biblia hacia un contexto socio-cultural particular. Cuando el pueblo de Israel rechazó al Señor como su rey, su argumentación (justificación propia) se basó en su medio socio-cultural como siendo determinante en la manera de proceder. Así perdieron su carácter peculiar como pueblo de Dios.
“Al principio, el padre fue constituido sacerdote y magistrado de su propia familia. Luego vino el gobierno patriarcal, que era como el de la familia, pero extendido a un número mayor. Cuando Israel llegó a ser un pueblo separado, las doce tribus que provinieron de los doce hijos de Jacob, tuvo cada uno un líder. Esos líderes, o ancianos, se reunían doquiera debiese resolverse algo de interés general. El sumo sacerdote era el representante visible de Cristo, el Redentor de su pueblo. Cuando los hebreos se establecieron en Canaán, se nombraron jueces que se asemejaban a gobernadores. Esos gobernantes estaban investidos de autoridad para declarar la guerra y proclamar la paz para la nación; pero Dios era todavía reconocido como rey de Israel, y continuaba revelando su voluntad a esos líderes escogidos, y a manifestar su poder a través de ellos... Pero el incremento de la población, y la mescla con otras naciones, trajo un cambio. Los israelitas adoptaron muchas de las costumbres de sus vecinos paganos, y así sacrificaron en gran medida su propio carácter santo y peculiar” (ST 13 de Julio, 1882, par. 2,3).
2. Presuposición equivocada: la ordenación de la mujer basada en una tipología no bíblica (sobre un sacerdocio de todos los creyentes, como algo que presumiblemente no existía en el AT). Esta antítesis tipológica protestante entre el culto antiguo y el nuevo socaba nuestra creencia fundacional que se basa en la correspondencia entre ambos cultos, la cual es la esencia de nuestro evangelio del santuario. ¿Cuál es la correspondencia tipológica correcta?
El sacerdocio aarónico dentro del antiguo Israel — Sacerdocio de Jesús dentro del nuevo Israel (la iglesia) Sacerdocio de todo el antiguo de Israel (Ex 19:5-6) — Sacerdocio de todo el nuevo Israel (1 Ped 2:5,9).
Para ser mediadores entre Dios y las naciones, el antiguo Israel no transformó a las mujeres en cabezas o pastoras del rebaño. Tampoco lo hace el NT. El sacerdocio de todos los creyentes, entendido erróneamente como otorgando ahora a cada uno la autoridad que previamente pertenecía exclusivamente al sacerdocio aarónico, es el fundamento del congregacionalismo moderno que Coré, Datán y Abirám trataron de introducir en el antiguo Israel (Núm 16). Sintieron que el sacerdocio aarónico discriminaba a otros (hoy se trata de una presumible discriminación de género).
3. Presuposición equivocada: la Biblia no rechaza la ordenación de la mujer. Si esto es verdad, la Biblia no dice nada tampoco sobre fumar cigarrillos. Tampoco dice nada la Biblia, explícitamente, sobre la observación del domingo. La iglesia cristiana comenzó observando un día sobre el que Dios no mandó nada (además del séptimo día, como dos instituciones hermanas según el papa JP II), para finalmente olvidar y prohibir la observancia del cuarto mandamiento.
4. Si la Biblia no es clara sobre el tema de la ordenación al ministerio pastoral de la mujer, tampoco es clara sobre el casamiento del mismo sexo. Para abrir un espacio a la ordenación de la mujer al ministerio pastoral, se contextualizan los textos que niegan el dominio o señorío de las mujeres sobre los hombres en la iglesia. Lo mismo hacen los abogados del casamiento homosexual en la iglesia, pretendiendo que lo que ellos hacen es diferente de lo que la Biblia condena.
5. Pero la Biblia es clara sobre el liderazgo de género. En ciertos contextos de confrontación no relacionados a asuntos de conciencia, una mujer no debía imponer sobre la unidad familiar o la iglesia una autoridad o dominio que estuviese por encima del hombre (1 Tim 2:11-14). Este es un principio bien establecido en el Nuevo Testamento (Ef 5:22-24,33; Col 3:18; Tit 2:4-5; 1 Tim 2:9-12; 1 Ped 3:1-6; véase 1 Cor 14:34-35). - El apóstol Pablo no niega a las mujeres el derecho a testificar o enseñar en la iglesia en un contexto aceptable. De lo contrario se hubiera contradicho con lo que dijo en 1 Cor 11:4-5, donde declara que tanto hombres como mujeres oran y profetizan (véase también Joel 2:28; Hech 2:17). Profetizar implicaba enseñar “para edificación, exhortación y consolación” (1 Cor 14:3), algo que cada mujer puede y debe hacer también.
6. Enfoque contradictorio: una mujer no puede ser la cabeza o magistrado o pastora o sacerdote de su marido o familia, excepto en la iglesia.
“Al principio, el padre era constituido sacerdote y magistrado de su propia familia” (ST July 13, 1882 par. 2).
“Cada familia cristiana es una iglesia en sí misma... El padre... es el sacerdote del hogar, responsable ante Dios por la influencia que ejerce sobre cada miembro de su familia” (3 SM 209.2). “El padre como un sacerdote de su casa, la madre como una misionera del hogar” (CCh 143.1). “El que fracasa en ser un pastor fiel y criterioso en el hogar, seguramente fracasará en ser un fiel pastor del rebaño de Dios en la iglesia” (6 MR 49).
“Nosotras las mujeres debemos recordar que Dios nos ha puesto en sujeción al esposo. Él es la cabeza, y nuestro juicio y puntos de vista y razonamientos deben concordar con el suyo, si es posible. Si no, la preferencia en la Palabra de Dios le es dada al marido en lo que no es asunto de conciencia. Debemos ceder a la cabeza” (Carta 5, 1861). “El marido es la cabeza de la familia, como Cristo es la cabeza de la iglesia, y todo curso que pueda emprender la esposa para disminuir su influencia y rebajarlo de su posición responsable y dignificada que Dios determinó que ocupase, desagrada a Dios. Es el deber de la esposa ceder sus deseos y voluntad a su marido. Ambos deben ceder, pero en la Palabra de Dios se da preferencia al juicio del esposo. Y no le restará méritos a la dignidad de la esposa ceder a quien ella eligió ser su consejero y protector. El esposo debe mantener su posición en su familia con toda mansedumbre, pero con decisión” (RH, April 22, 1862 par. 9).
7. Presuposición equivocada: vivimos en un medio cultural mejor, donde el liderazgo de las mujeres es aceptable. Este es un tema debatible. De todas maneras, el Señor y los apóstoles nos advirtieron sobre la situación deplorable de la familia y la sociedad en el tiempo del fin. Lo que cuenta para nosotros es: ¿debemos renunciar a nuestro cometido de ser el pueblo de la Biblia en base a los criterios que rigen hoy en el mundo?
“En los días de Samuel los israelitas vagaban lejos de Dios. Estaban sufriendo las consecuencias del pecado, porque habían perdido su fe en Dios, perdido su discernimiento de su poder y sabiduría para gobernar la nación, perdido su confianza en su capacidad para defender y vindicar su causa. Se apartaron del gran Gobernante del universo y desearon ser gobernados como lo hacían las naciones que los rodeaban” (SC 38). “Los hijos de Israel eran el pueblo peculiar de Dios, su forma de gobierno era esencialmente diferente de todas las naciones que los rodeaban… Su pedido de un rey era un alejamiento rebelde de Dios, su líder especial. Sabía que un rey no podía ser lo mejor para su pueblo escogido” (CC 146). “Llegaron a la conclusión de que Samuel no entendía la situación. Si tan sólo conociese todas las circunstancias, los motivos, y los designios, y entendiese como ellos las grandes ventajas, estaría tan dispuesto a tener un rey para entrar y salir de delante de ellos, que las naciones no los mirarían mal ni los despreciarían. En su ceguera espiritual, no miraron más allá de Samuel para captar que lo que estaban escuchando mediante su siervo, era la palabra de Dios” (CTr 142.3).
“Samuel vio que su motivo real era descontentamiento y orgullo” (PP 604 en inglés). “No habían buscado el consejo de Dios ni las cualidades que debía poseer un gobernante para preservar su carácter santo, distintivo, como su pueblo escogido. No estaban buscando la voluntad de Dios, sino su propia voluntad. Por consiguiente Dios les dio un rey tal como el que deseaban—cuyo carácter fue un reflejo del pueblo. Sus corazones no estaban en sumisión a Dios, y su rey tampoco estaba subyugado por la gracia divina” (PP 636 en inglés). “Dios estaba airado con su pueblo por su pedido de un rey. Les dio un rey en su ira” (1SP 355.1). Cuando se dieron cuenta de su pecado se arrepintieron y lo confesaron cuando era ya demasiado tarde (1 Sam 12:19).
- Por un documento más extenso véase mi trabajo: CÓMO LA TIPOLOGÍA AFECTA LA ESTRUCTURA DE LA IGLESIA. A la luz de la discusión actual sobre la ordenación de la mujer.
Autor: Dr. Alberto R. Treiyer
www.adventistdistinctivemessages.com
Fuente: RECURSOS ADVENTISTAS
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